lunes, febrero 20, 2006

Dulce agrio

Creían los cantamañanas del misterio que en los nuevos tiempos cibernéticos que corren, y mejores que se esperan, iban a campar a sus anchas por la red vendiendo sus panfletos y ahorrando miles de euros en publicidad gracias a este gran invento culturizador que es Internet.

Pero en esas expectativas no contaban con un determinado grupo creciente de gente que, inspirándose en el extraordinario trabajo de otros más veteranos, se iba a convertir en mucho más que una piedrecita bajo la rueda de ese avasallador carruaje que montan los vividores del cuento actuales.

Casos como el del video lunar de Benítez, el de las niñas fantasma de Iker Jiménez, el cachondeo en el seno del Seip... son muchos y muy incómodos los trabajos de los escépticos a la hora de echar por tierra todo este cachondeo que el personal etéreo tiene montado gracias a los crédulos, que son muchos.

Que no suene esta entrada demasiado optimista; es lo que es. La sinrazón y el engaño sigue ahí, pero no podemos negar que el escepticismo al menos ahora llega gracias a la red, a muchos hogares. A miles ya. Conscientes por ello del daño económico (el moral les da igual, nadie te roba lo que no tienes) que les causan los escépticos cada vez que desenmascaran un fraude, han decidido arremeter violentamente contra todo lo que se les cruce en el camino. Así, da pena pasearse por determinados foros, grupos y otros canales de expresión. Insultos, amenazas, deseos de los peores males...

Hay dos casos que me llaman poderosamente la atención. El movimiento escéptico lo componen muchas más personas, pero el caso de estas dos que nombro a modo de ejemplo me causan verdadera inquietud por cuantas referencias encuentro hacia ellos. Hablo de Mauricio Schwarz y Luis Alfonso Gámez.

Para el primero de ellos jamás oí una sola palabra bonita, para qué engañarse. Su problema parece ser que es sumamente peligroso, tanto que es capaz de desplazarse hasta el parque de enfrente de tu puerta con miras a verificar si realmente allí se esconde un fantasma como el que fotografiaste dos noches atrás, y claro, eso incomoda a más de uno dispuesto a ganarse la vida con esta esotérica forma de la cultura del pelotazo.

El segundo es ya toda una referencia en sí mismo, es decir, que no hace falta tocar un tema concreto para atacarle. Luis Alfonso Gámez es Gatzminger (la definición no es mía), algo así como un cruce entre la virulencia en los actos de un latin king y la mala leche y cerrazón de cascos del nuevo pontífice católico. Un asesino verbal, y además a sueldo, en la nómina de las grandes organizaciones secretas que controlan el mundo parece que gracias a los sionistas y alguna raza extraterrestre reptiliana. Una "bicha", vamos, debe ser.

Para no alargar más esta entrada rompiendo una lanza en favor de estos dos excelentes escépticos (y hay más eh...), labor que no me toca, aconsejo visitar sus blogs y así comprobar hasta qué punto pueden resultar elementos indeseados para los amorales del misterio.

Cuando terminen, les remito al de Juan Carlos Bujanda, donde se resalta la importancia de los "pequeñitos" (dicho sea en plan jocoso, puesto que aquí no hay rangos de importancia) a la hora de redifundir misterios resueltos, con continuas referencias y enlaces. Ésto, gracias al trabajo y a la labor inspiradora de algunos, se está convirtiendo en una red capaz de transportar la lógica y la razón de un extremo a otro del mundo. Ejemplos los tenemos en la Red de Enlaces Críticos que mantiene Lola Cárdenas y que cada vez tiene más miembros participantes.

Afortunadamente pues y es lo que quería expresar con esta entrada, la comunidad escéptica hace oir su voz con cada vez mayor fuerza. Trabajo sin duda queda... pero ya se oye la voz. Nos ladran, Sancho, señal de que cabalgamos.