Autoridad moral
Igualmente, aunque la batalla parece haberla ganado la presión emanada desde los sectores más moderados dentro de la CE, ésta pretendía presentar un borrador sobre la unidad de España. Está caliente el cotarro, y mucho, después de que en la presente legislatura se haya legislado (valga la afortunada redundancia) de forma lesiva a los intereses parroquiales.
Yo el concepto de autoridad moral no lo he entendido nunca, y probablemente no llegaré a comprenderlo jamás. ¿Qué o quién es "autoridad moral"?. La Iglesia, desde luego, no. Sus miembros son autoridades dentro de su credo pero no de la sociedad y eso es evidente, innegable y tan claro como que millones de personas en nuestro país, y miles de millones en el mundo entero, pasan olímpicamente de los requerimientos y mandatos católicos. Obvio lo del forro.
Más clara sí que está cuál es la autoridad de un Parlamento democrático. Éste legisla porque es su labor encomendada desde la sociedad. Que el resultado sea mejor o peor, es caso aparte y debido a otras causas que nada tienen que ver con las virtudes de la democracia. Lo que no es tampoco admisible es que el gracioso de Martínez Camino añada la coletilla de que las leyes están para cumplirlas "si son justas", porque entramos en un terreno peligroso que es pasto de la insumisión, el desorden social y el golpe de estado. Si esa frase la hubiese soltado Carrillo se habría liado la del 2 de Mayo.
Si yo fuese del estilo de Jiménez Losantos probablemente me referiría a mis "enemigos", en este caso la Conferencia Episcopal Española (que no lo son, puesto que sólo obtienen de mí la más profunda indiferencia y mofa interna), como nido de sinvergüenzas gustosos de practicar tácticas de perfil tan asqueroso como el de sus propios cabecillas. No obstante, no soy periodista del terror, profesional del engaño ni locutor de un programa de radio que podría competir a la par de calidad con basuras del último siglo como Gran Hermano, TNT, La Isla, el Telediario de Urdaci o los libros que presenta Ana Rosa Quintana. Por lo tanto debo expresarme con un poco más de elegancia que la acostumbrada por la COPE, la Conferencia Episcopal en sí misma y su entorno asociativo llámese éste Foro de la Familia, Partido Popular y algunas otras entidades cuyos miembros tienen como principal objetivo presente una caza de brujas moderna contra todo aquello que huela a paz, libertad o cambio de roles injustamente impuestos en el pasado a golpe de inciensario.
De modo que, según ciertos sectores de la Iglesia, los ciudadanos estamos llamados a cumplir sólo aquellas leyes justas. Yo podría argumentar, por ejemplo, que del desarrollo de éstas emana el hecho de que la banca me cobre más intereses por prestarme de los que me paga por prestarle yo, lo que es a todas luces una injusticia y me capacitaría para exigirle a Martínez Camino su presencia en una manifestación ante las oficinas centrales de Caja Sur a la que, por supuesto, él no acudiría. También podría mostrarme insumiso ante leyes que regulasen, por citar un caso que afortunadamente no se da, que es preferible que un niño continuase sin familia y bajo la tutela del estado antes que permitirle integrarse en una cuyos miembros fuesen gays o lesbianas. En una tesitura así, la propia Constitución sería blanco de mi rebeldía, puesto que garantiza estos derechos a ser tratados en igualdad de condiciones que el resto de ciudadanos. Por lo tanto según la vara de medir de Martínez Camino, los españoles deberíamos rebelarnos contra cualquier ley que nos pareciese injusta, y como hay gustos para todos los colores, viviríamos en una anarquía total. Ni ley, ni Constitución... ni el dios católico, por supuesto, porque sus propias leyes descritas en el conjunto de libros que componen el Pentateuco son para partirle la cara.
Esta anarquía total sería seguramente el colmo de sus deseos, ya que el argumento del desorden social es el esgrimido siempre por los golpistas a lo largo de la historia. Sucedió en nuestro país y generó una guerra civil; en Chile otro golpe de estado, y la lista sería interminable. La teocracia encubierta que ansían estos monstruos de la moral (Serrat los llamó quizá más acertadamente "macarras") trae estas cosas, estos comentarios, y estos argumentos. Son pan conocido, de ayer, duro y del malo.
Se está desarrollando en nuestro país un juego peligroso cuyas reglas vienen marcadas desde la Plaza de San Pedro. Las salidas de tono de la derecha, de determinados y lamentables miembros del Ejército (afortunadamente pocos) y de la Iglesia empujan insistentemente en una sola dirección que no es otra que la de recuperar el poder al precio que sea. La mentira en democracia es censurable, no así en los regímenes fascistas, por lo que aquellos que siguen creyendo en el sistema aún a pesar de sus fallos (de ejecución, no de fondo) deben plantarle cara a los bulldogs de la teocracia.
Contra la teocracia está el sentido común, la ciencia y los valores. Ninguno de los tres son bandera religiosa.