viernes, noviembre 25, 2005

Combatiendo las egiptopatrañas (V de V y final)

Continúo y termino (por fin) con la saga de entradas perteneciente a la colección "Combatiendo las egiptopatrañas", con un par de días de retraso por los que pido disculpas.

Otro de los argumentos esgrimidos por los vividores de los misterios y la ovnilogía, ha sido la repentina aparición de la civilización egipcia.

Existe constancia arqueológica de la existencia de protoegipcios desde aproximadamente el 5.000 aC. En aquellos tiempos, el clima de la zona era mucho más agraciado, algo que fue cambiando con el paso del tiempo y que tuvo su efecto más violento hacia el 2.600 aC, cuando de desertificó de forma más abrupta. En aquellos lejanos tiempos del neolítico, había gran cantidad de animales en Egipto, y las tierras eran mucho mas fértiles. Existen objetos cuyo uso era el mismo que en el Egipto dinástico, lo que demuestra un progreso cultural y por lo tanto un antecedente milenario.
La máscara expuesta tenía la misma función que las posteriores, como por ejemplo la de Tuthankamon. Existe igualmente una contrastada evolución en lo que a la momificación se refiere, pasando desde estadios muy primitivos y apenas eficientes hasta la perfección posterior.

Igualmente otros muchos objetos ceremoniales de épocas dinásticas tienen su correspondiente en las culturas neolíticas.

Otras razones más, que obvian los cuentacuentos de la egiptología.

DELIRIOS TÍPICOS
Para crear un estado de ensoñación en los lectores, estos vividores utilizan argucias que llegan incluso a la más vil mentira. De todas formas, ¿quién creería que un egiptólogo se inventaría datos de tal calibre?. Por ejemplo, nos dicen que entre todos los materiales empleados en la construcción de las pirámides está el feldespato, un mineral no existente en la tierra y que fue catalogado gracias a un meteorito que en un golpe de suerte cayó a tierra quién sabe cuándo. Y la realidad es que este mineral es el más abundante de toda la tierra. ¿Ve hasta donde son capaces de llegar?.

Pero no se quedan ahí. Afirman, por ejemplo, que los egipcios tenían una precisión de 10 millonésimas. Vamos a comprobarlo:

“1 metro egipcio = (Radio en Giza x Pi) /60.000”

De ese modo, obtenemos la cifra de 1,048 metros. Sin embargo, el valor de Pi usado por estos avezados cantamañanas es de 3,14162, cuando de poseer una tecnología SUPERIOR a la terrestre antes del lanzamiento de nuestros satélites, debían haber usado 3,141592.

Hagamos los cálculos usando diezmillonésimas en los decimales.

6.372,829 x Pi2= 62.897.274,974968718656
62.897.274,974968718656 / 60.000 = 1,04828792 metros

Y con el Pi propuesto por los mentirosos:

6.372,829 x Pi2= 62.898.396,1463668276
62.898.396,1463668276 / 60.000 = 1,04830660 metros

La diferencia sería de 0,00001868 metros, es decir, 186,8 diezmillonésimas. Un error demasiado grande si tenemos en cuenta que se supone debían manejar datos con una precisión de 10 millonésimas, ¿no?.

Otra baza que esconden es la del radio de la Tierra en Giza, de 6.372,829 km, número que hemos empleado en los cálculos anteriores. MENTIRA. Para que las pirámides, estando a 31º de Longitud Este como así es, estuvieran en una zona con radio de 6.372,829 km deberían estar en el Mar Negro, es decir, ¡¡entre Bulgaria y Ucrania!!. Todo ello demuestra hasta dónde son capaces de alterar los datos para engañar a los lectores; es un todo vale.

Encontramos en mil lugares de internet esta sentencia, copiada literalmente de una a otra web, por idiotas que actúan como loros porque se han creado un mundo imaginario del cual no quieren salir, y que por supuesto no está sujeto a estudio personal:

"Para los amantes de la geometría, se cumple también que la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano de una esfera con radio de 6.673,611 km., sería, precisamente, 1,048 metros, el patrón de medida utilizado en la Gran Pirámide."

Es decir, que 1 metro sagrado egipcio sería la diezmillonésima parte del meridiano terrestre. Sin embargo, la rectificación de la UAI con respecto a las dimensiones de ese cuadrante es de 10.002 km. Según el cálculo del metro sagrado, deberían ser 10.479 km. ¿477 METROS DE ERROR?. ¿Éstos eran los grandes conocimientos ocultos de los egipcios?. ¿Ésta es la evidencia de que conocían perfectamente las dimensiones de la tierra con una precisión de diezmillonésimas?.

Volvamos a suponer que los egipcios habrían usado el valor de ese supuesto metro egipcio, 1,048 metros, en la construcción de la Gran Pirámide, Pues veamos.

230,1 metros / 1,048 = 219,47
146,4 metros / 1,048 = 139,89

Si la hubiesen usado el resultado sería números enteros. Y tampoco, dado que estamos dividiendo metros por números que son poco más que metros. El que más se aleja es el primero, el de la longitud de un lado de la base, en más de medio metro, con lo cual no es aceptable decir que las dimensiones eran distintas hace miles de años, que están desgastadas, etc… Medio metro es mucha tela.

El valor real sería:
1 codo egipcio = 52,4 cm = 0,524 metros
Dimensiones de la Gran Pirámide:
-230,1 metros / 0,524 = 440 codos
-146,4 metros / 0,524 = 280 codos.

Que serían las unidades de medida usadas por los egipcios en sus pirámides, junto a otras. Un codo equivalía a siete palmos de 7,47 cms cada uno, es decir, 0,523 metros. Se le llamaba “Meh” al codo egipcio. También era 28 dedos de 1,86 cms. Son medidas contrastadas arqueológicamente.

domingo, noviembre 20, 2005

Ni extraterrestres ni anunnakis (IV de V)

Continúo con mi refutación de la obra de Zecharía Sitchin "El 12º Planeta" (Edición Obelisco).
El término Anunnaki, que englobaba al conjunto de los dioses sumerios, es traducido por el autor como “Aquellos que del cielo a la tierra bajaron”, o más concretamente “Los cincuenta que del cielo a la tierra bajaron”, siendo identificados con los Nephilim bíblicos. Una traducción forzosa, con el único objetivo de relacionar ambos términos.

Aunque han sido criticados hasta la saciedad, los eruditos bíblicos del siglo pasado demostraron un elevado nivel con la traducción de algunos términos confusos como el que nos ocupa. Y es que “Nephilim” no significa para nada “los caídos” o “los arrojados” en hebreo, ya que es un término arameo y debe traducirse como “gigantes”. El hecho de que la leyenda les atribuya la particularidad de ser entidades expulsadas del “cielo” no implica que su etimología esté sujeta a ella.

El libro de Enoch también da fe de los misteriosos Nephilim: “Y a los gigantes, los Nephilim, los hijos de los Vigilantes…”. Ciertamente la lengua sumeria no tenía nada que ver con la hebrea, pero sí la de los acadios que también por lógica histórica adoraban a los Anunnaki. Por cierto que según el mencionado apócrifo, muy valorado por los primeros creyentes, los gigantes bíblicos medían en torno al kilómetro y medio de altura, detalle que es omitido deliberadamente por aquellos que viven del misterio y lo usan a su antojo.

Aunque no es mi intención escribir aquí un tratado de lengua sumeria, sí quiero exponer la manipulación de Zecharía Sitchin, que traduce el término “annunaki” de forma intencionadamente errónea. Trataré de explicar de la forma más breve y concisa posibles dónde está el error.

Sitchin interpreta “anunnaki” separando las sílabas de forma deliberadamente errónea: an.un.na.ki. “An” significa “cielo” y “ki”, “tierra”; de esa forma fuerza la traducción y la equipara a “los que del cielo a la tierra bajaron”. Para que se haga una idea de lo que esto significa, imagine que de la frase “la cerveza por barra va” yo tradujese “la cerveza por Barrabás”, y luego afirmase que existen pruebas de que este personaje de los evangelios fue el inventor de esta bebida.

La realidad es bien distinta, y la prueba es indiscutible siempre que acudamos a los textos antiguos. Y es que esas cuatro “sílabas” (por llamarlas así) serían “a.nun.na.ki”, que debe traducirse literalmente como “los poderosos del agua”. En lengua acadia -i formaba el plural; este término, “anunnaki”, es de origen sumerio y sus formas en él era “a.nun.na”, “a.nun.nag” y “a.nun.nak”. Iba precedido del símbolo perteneciente a “estrella” o “cielo”, es decir, “an”, como distintivo divino. Veámoslo:
Este extracto forma parte de un texto llamado “Lamentación de Ishme-Dagan sobre Nippur”, y el párrafo entero dice “A los divinos Anunna él hizo tomar sus asientos”. En sumerio no hay lugar a equívocos en cuanto a la transliteración de las sílabas, en casos como éste.

Como se puede observar "ki" (“tierra”) no aparece por ningún lado excepto en acadio y asirio, donde el sufijo –i como ya dije implica pluralidad y por lo tanto no es un nombre común para referirse a un lugar geográfico. Sitchin, por lo tanto y además de todo lo anterior, mezcla lenguas confundiendo aún más al lector.

Si alguien no se lo cree y se atreve a investigarlo, tiene la respuesta en la obra "The Seven Tablets of Creation", de L.W. King, donde se muestran las transliteraciones y traducciones del Enuma Elish escrito en asirio. También, y es de obligada referencia, en la de Morris Jastrow, que en su obra “The Religion of Babilonia and Asiria” (1898), lo traduce como "Los poderosos del agua". Lógico, ya que hablamos de culturas íntimamente relacionadas con sus ríos, el Tigris y el Eúfrates, sin los cuales probablemente no habrían existido en la forma en que hoy las conocemos.

Algunos mantienen que los nephilim, asociados por Sitchin a los anunnaki, eran astronautas del pasado (“hijos de dios”) que se mezclaron con “las hijas de los hombres”. Pero uno de los famosos textos del Qumram nos saca de dudas ya que en vez de referirse a los “hijos de dios”, lo hace a los “hijos de Israel”. El mal acto de aquellos hombres, a ojos de los cronistas bíblicos, fue pues el mestizaje. No hay astronautas por ningún lado.

Así que podemos concluir que en algún momento se mezclaron “hebreos puros”, con personas de otras culturas. Eso molestaba profundamente a la fuente sacerdotal del Antiguo Testamento, que tenía gran predilección por la cadena genética de los individuos llamados a guiar al pueblo.

Por ello decía Beroso que tras el diluvio “reinaron semidioses”, es decir mestizos. Antes, tan solo reinaron dioses, hombres de linaje puro. Más tarde, la mitología popular hizo divinos a los héroes “de antaño”, y añadió no cientos sino miles de nuevos dioses, hasta el punto de que modernas investigaciones han catalogado más de 3.000.

Más cohetes
Entre las páginas 172 y 176, Sitchin nos habla de los cohetes empleados por los anunnaki para sus viajes estelares (recordemos la anterior entrada sobre la Torre de Babel). El autor parte de los logogramas antiguos para tratar de demostrar que éstos se desplazaban en cohetes de varias fases que, a pesar de su tecnología, funcionaban aún con un sistema de propulsión similar al de la astronáutica moderna.

Hay una forma muy práctica de valorar esta parte del libro. Para ello me remitiré a un término sumerio usado en un texto llamado “Cuando Enki llegó a Súmer”. En concreto, la palabra es “nan.ti.mu.ga”, que significa literalmente “la cámara divina que anda entre las estrellas”. Si es crédulo en la materia pensará que no hay prueba más irrefutable, y si se considera escéptico pensará que existe una explicación más convencional y razonable. Y la hay.

La explicación es que ese término no existe, y estoy seguro de ello porque acabo de inventármelo. Y el texto al que hice alusión, también. Por lo tanto, sea creyente o no, observe lo fácil que le resulta a cualquiera engañar a quien no tiene ni idea de sumerio. Este ejemplo molesta a muchos, y lo digo por experiencia al haberlo usado en más de una ocasión en interminables charlas. Y molesta porque fuerza al crédulo a reconocer que se la pueden dar con queso y eso le hiere el orgullo. El escéptico, por su parte y eso le honra, lo ve como una muestra simpática y clarificadora válida para demostrar lo fácilmente manipulables que somos las personas.

En fin, que precisamente eso hizo Sitchin: inventárselo. NO EXISTEN esos logogramas. Así de fácil, y no se puede ser más explícito. Si no me cree, búsquelo.

Sucede como con los vimanas de los textos hindúes, fabulosas máquinas de los dioses que funcionaban con mercurio y que se desplazaban “sobre la tierra y bajo el agua”. Pero esa es sólo una lectura parcial, porque un vistazo al Samarangana, el texto que mejor los describe, nos produce una gran decepción: las naves de los dioses estaban hechas de ¡¡¡madera!!!. Resulta que para sus viajes estelares los dioses sumerios e hindúes usaban cohetes hechos de ladrillo o madera. Imagine un submarino de madera, ¿cómo podían desplazarse los vimanas bajo el agua?.